Saturday, June 16, 2007

Papá, papá…




Hace 23 años vivo año tras año el día del papá. Padres siempre podrán haber muchos, a diferencia de las madres, pues ella siempre será solo una, la que nos dio a luz. Sin embargo, existen madres que no solo cumplen su rol de “mamás” sino también el de papás.


Independiente de esta situación, a nuestra vida pueden llegar personas que sean para nosotros la muestra de la imagen ausente de nuestro padre, si es que esa es nuestra realidad.


Existen muchas formas de catalogar a los padres ausentes…


Los que sólo los vimos una vez, los que tienen otras sucursales a lo largo del país, los que se separaron de nuestras madres, los que son buenos para tomar vino, los huasos, los gruñones, los machistas, los controladores, y así tantos más…


Puede ser el que trabaja 400 mil interminables horas al mes… que si bien da el sustento para que sus hijos y su esposa estén bien, tristemente no está.


Asimismo, se ausentaran de nuestras vidas aquellos padres que han fallecido, pero que sin embargo, los recordaremos y los llevaremos junto a nosotros siempre.


Lo cierto es que todos necesitamos algún día un padre. Alguien que no sea mujer, que nos rete, que nos escuche, en quien confiemos… Lo que quiero decir con esto, es que no importa quien haga las veces de padre en nuestra familia… tu tío, tu abuelo, tu hermano, tu amigo, tu padrastro, un cura, muchas veces Dios. Eso es lo que menos importa. Lo importante es que en este día sepamos reconocer lo trascendental que es tener un padre en nuestras vidas, entendiendo que el hombre es tan substancial como la mujer a la hora de criar a los niños.


Reconozcamos así también quién ha sido padre en nuestras vidas y démosle las gracias por habernos ayudado o haber estado ahí cuando lo necesitamos. Así también, diré que yo me siento privilegiada. Yo tengo a mi papá. Él me ha enseñado muchas cosas en la vida, me apoya cuando estoy triste y se enoja cuando me equivoco o me porto mal… Gracias a Dios Él está junto a mí. Lo único que quiero ahora es decirle: ¡te kero mucho papá!



A.L.



Sunday, June 10, 2007

Sinceridad, virtud que molesta...



Muchas veces me hubiera gustado decir lo que pensaba. Luchar y gritar lo que yo encontraba que estaba mal. Nunca nadie tuvo ni el tiempo, ni el ánimo para escuchar lo que yo tenía que decir. A nadie le importaba. Quizás mis palabras tremendamente sinceras no eran de agrado para quienes se sentían con más sabiduría, experiencia o conocimientos que yo; y como siempre buscaban opacar lo que yo intentaba decir, con alguna ironía, chiste de mal gusto o cualquier tontera que desviara la atención de los presentes.

¿Me importa? Pues, gracias a Dios, NO. Porque sé que lo que yo pienso no es tan lejano de lo que estaría bien para un país, para una sociedad, para una persona.

Muchos tendrán muchas cosas que contar, quizás los escuchen, quizás no. Lo cierto es que todo esto, de no poder hablar de lo que yo quiero y como yo quiero, no me suena a otra cosa que dictadura (pequeñas dictaduras que se apoderan de pequeñas comunidades, por cierto, en las que yo tengo que desenvolverme diariamente).


Me da lo mismo, porque por lo menos, a través de este blog diré lo que quiero y como quiero decirlo.


Andrea León.


La soledad es una de las cosas más terribles que puede afectar a un ser humano.


Es distinto a querer estar solo, porque sabemos que tarde o temprano volveremos a estar en compañía de alguien, y por último, elegimos estarlo.

La soledad más trágica, creo entender, que es cuando pensamos que estamos acompañados y no lo estamos. Estamos solos. Situación, que por lo general, vislumbramos cuando necesitamos de “esos”, que supuestamente, están junto a nosotros… pero éstos no se encuentran, no nos escuchan, no están.

La mayoría de las veces, gracias a Dios, nunca estamos completamente solos.

Siempre tenemos aquél ángel que nos ha mandado Jesús, del que no nos habíamos percatado antes y nos ha acompañado desde siempre… en silencio.

Muchas veces creemos que los están a nuestro alrededor nos escuchan, nos acompañar, nos comprenden. Quien no cree en ti y en tus capacidades no es parte de tu vida… no lo hagas parte de tu vida.

Menos mal yo tengo a quienes debo tener junto a mi… los demás no me interesan.


Andrea León.


El molesto silencio...


Muchas veces en mi vida me he tenido que quedar callada, respecto de lo que siento, pienso o quiero. Muchas veces me dijeron que eso, supuestamente, demostraba madurez.

Otras veces, creí tener la oportunidad de manifestar lo que siento, pienso o quiero; pero sin embargo, a nadie le importa, nadie me escucha.


Ayer viví una de esas desagradables ocasiones… Es difícil lograr que otros te escuchen, más si lo que les dices va en contra de lo que ellos han creído siempre.


Gracias a Dios mi autoestima permite que crea fielmente en mi misma y en mis capacidades, mi inteligencia, comprendiendo de esta forma, que independiente de que si la gente me escucha o no, seguiré creyendo, sin sucumbir, en lo que creo.


Lo malo de todo esto es que ni siquiera lo que yo creo que están conmigo creen en mi. Pero ni siquiera eso me hace decaer, y es más, me lleva a establecer una clara y concisa conclusión:


¿De qué me sirven los demás?... de nada…

“Tu eres el camino, la verdad y la vida”… Nadie más que Jesús me escucha y cree en mí, tanto o más que yo en Él. Los demás son nada. La verdad es que si alguien tuvo algo que decir, me detuve a escucharlo, incluso cuando los Testigos de Jehová los escuché, sin importarme haber tenido otras creencias. ¿Es tan individualista el mundo de hoy que ni siquiera somos capaces de escuchar al otro?...


Ahora me da lo mismo. Por lo menos esto me dio el ánimo para volver a escribir.


Andrea León.